En el día a día experimentamos distintos estados emocionales, como consecuencia de lo que sucede en nuestro interior, al interpretar el entorno e interactuar con él.
Sin embargo, en función de nuestra línea de base de bienestar, esos vaivenes y altibajos serán menores; las subidas y bajadas serán menos bruscas y nuestra sensación interior de mayor estabilidad, paz y armonía.
Cuanto más grande y mullido sea este colchón emocional, sufriremos menos el impacto de una caída y será más fácil volver a subir cuando queramos.Hoy en día, la palabra “bienestar” se utiliza mucho, a veces asociada con algo físico, otras con la alimentación, el ejercicio o la relajación…
Y todas son visiones correctas, pero incompletas, ya que el bienestar tiene un componente psicológico y emocional muy importante, que es necesario cuidar y mantener.
Cuando hablamos de bienestar emocional, nos referimos fundamentalmente a un estado duradero que trasciende el momento; un estado profundo del ser, que conecta cada instante con una visión más amplia de la vida, relacionada con la experiencia personal y no tanto con la circunstancia.
Para muchas personas, la felicidad o el bienestar subjetivo está asociado con los placeres, el disfrute, la alegría y, en general, con diferentes emociones positivas intensas. Sin embargo, la psicología y la filosofía han identificado dos caminos complementarios que nos aportan bienestar: el hedonismo y la eudaimonia.
La ruta hedonista está relacionada con la búsqueda del placer y la evitación del dolor. Es la visión más extendida de felicidad y bienestar, centrada en el aquí y en el ahora. En el corto plazo, el instante. Este camino se enfoca en producir el mayor número posible de emociones agradables y evitar el mayor número posible de emociones desagradables. Aquí lo que buscamos es “estar bien”.
Por otro lado, la ruta eudaimónica está relacionada con el propósito y el significado. Es un bienestar de fondo, que mira a largo plazo y se enfoca hacia el futuro. Esta segunda ruta, propuesta ya por Aristóteles, es un camino más tranquilo y sosegado, pero más sólido y permanente. El bienestar que genera la ruta eudaimónica va creando una base más estable y menos dependiente de factores externos. Aquí lo que buscamos es una dimensión más profunda que da sentido y coherencia a nuestra experiencia diaria, una estructura sólida y flexible que nos guía y sostiene.
El equilibrio entre las dos rutas es la clave para construir un bienestar auténtico y vivo. La toma de conciencia de lo que podemos hacer para crear bienestar en nuestra vida es el primer paso para saber hacia dónde enfocar nuestra atención y energía.
José Briceño es Psicólogo y musicoterapeuta, especializado en gestión emocional y crecimiento personal.